"¿Qué has puesto para comer?
- ¡Oh! No te apures... El cocidito de siempre."


Tormento. Benito Pérez Galdós

martes, 1 de mayo de 2018

Un concierto portugués en Xare-lo

Un acorde impetuoso pero no estridente rasgó la quietud y una melodía decidida, vigorosa pero serena se adueñó de la sala. Era el año 2004, quizá el 2005, en la memoria quedaron las sensaciones, no las fechas. La Orquesta de Extremadura interpretaba el Concierto para Violín y orquesta de Luis Freitas Branco con Alexandre da Costa como solista, que acariciaba más que tocaba un Stradivarius. La orquesta seguía desgranando la melodía e irrumpió con fuerza, lírico y lleno de matices el violín solista, lento, sutil al inicio, complejo y virtuoso después, como los buenos vinos: sutiles con la copa parada y complejos cuando ésta se agita.

El concierto es una forma musical en la que uno o varios instrumentos solistas dialogan con la orquesta. Dicho de forma poco ortodoxa: la orquesta se presta a un diálogo en el que el solista muestra su virtuosismo.
Como aquel acorde que referíamos al inicio de este artículo, a una indicación de José, Esther, María y Agustín irrumpen en la sala, evolucionan con firmeza y sin estridencias, mientras el propio José y Carlos faenan en los fogones; al poco, lírico al inicio y complejo al agitarlo en la copa, el Sem barrica tinto 2015 de Heredade das Servas entona una cadencia de aromas frutales, notas licorosas, notas enérgicas, expresivas, elegíacas… portuguesas como el violín de Freitas Branco, como la Alicante Bouchet y la Touriga; acordes aterciopelados como los taninos de la Syrah. La orquesta acompaña, con buen servicio y un bombón: aromas de chocolate, suavidad de foie, acidez de manzana y contrapunto de frutos secos. El allegro está servido. Doce meses de reposo, trescientos cincuenta años de tradición, sabiduría de viticultores y enólogos de Herdade das Servas; buen hacer en las cocinas y en la sala de Xare-lo componen e interpretan una partitura de sensaciones.
Como si de la misma partitura se tratase, después de las emociones intensas del primer movimiento, llegan notas más apacibles. Un blanco Colheita Seleccionada aporta aromas sublimes de frutas y miel, con una contenida acidez, como contenida es la melodía de Freitas. Un pastel hojaldrado de queso de cabra acompañado de un membrillo que aporta un matiz dulce establecen un sosegado diálogo con el blanco de Roupeiro, Viognier, Verdelho y Sauvignon Blanc.

El clima de sosiego se interrumpe y unas notas saltarinas, aromas punzantes, divertidos y juguetones llegan de la mano del violín y del rosado Escolha Rosé. La Touriga Nacional y la Syrah se expresan jóvenes, altaneras y sin pudor. La orquesta acompaña, más serena: un Bisquet de langostinos aporta sensatez a la juventud rosada. El clima del concierto de Freitas gana en solemnidad, adquiere un aire pomposo, casi marcial, que pronto se vuelve más sobrio, robusto. La Alicante Bouschet y sus doce meses transmiten sensaciones de robustez, estructura e intensidad, la salsa de cerezas que glasea un solomillo de cerdo ibérico se entiende con las frutas del vino de Heredade das Servas.

Los aromas se intensifican, se vuelven más complejos y la apoteosis final se acerca: un licoroso tinto cae sedoso, glicérico, en la copa. Se recuerdan compases de chocolate, como Freitas hace recordar al violín temas del inicio de la obra. Unas fresas flambeadas en sala y los tostados de un helado de caramelo entonan los compases finales con el licoroso alentejano de Alicante Bouschet, Trincadeira y Aragonez.
Un restaurante puede interpretar un sinnúmero de piezas: sinfonías en banquetes, obras de cámara en sus tapas, preludios en sus aperitivos o chaconas y minuetos en los postres. Se nos antoja que estas experiencias de maridaje se asemejan a la forma concierto: el restaurante es la orquesta, el solista la bodega. Se establece un diálogo, la orquesta permite que los vinos brillen, realza sus matices. El vino es la individualidad, la orquesta, un conjunto afinado: la cocina y la sala en sintonía logran que el resultado sea una experiencia plena para los sentidos.
Hay más similitudes: en una sala de conciertos la conexión que se establece entre los intérpretes y el público a veces resulta mágica, hipnótica; en otras ocasiones, un teléfono móvil, un papel de caramelo dificultan la concentración de los músicos y, en cualquier caso, suponen una molesta interferencia. Los comensales de un restaurante también son partícipes de lo que sucede y, también a veces, los retrasos que ocasiona por ejemplo salir a fumar entre plato y plato pueden dificultar que los puntos de cocción de un plato sean los más adecuados. La música, como la cocina, tiene sus tiempos.

La noche del veintisiete de abril el solista era Heredade das Servas, trescientos cincuenta años de historia, vinos elaborados con esmero, virtuosismo en la copa. Luis Serrano Mira, propietario de la bodega glosó con orgullo la obra y la orquesta de Xare-lo acompañó con dignidad y profesionalidad.

La Orquesta de Extremadura dirigida por Jesús Amigo y con Alexandre da Costa como violín solista grabó con el sello Disques XXI - 21 Records un extraordinario CD con el Concierto para violín de Luis Freitas Branco y otra obras de Joly Braga Santos. Esta grabación fue nominada para al mejor álbum de música clásica de 2005 de orquesta o solista con orquesta en la 35th Annual Juno Awards de Canadá. Las mismas obras de este CD formaron parte del programa de la temporada de conciertos y se pudieron disfrutar en los auditorios de Cáceres y Badajoz.

Nunca lo había escuchado y desde entonces este concierto se ha convertido en una mis obras predilectas.

Desconocíamos los vinos de Heredade das Servas y puedo asegurar que desde el viernes pasado pasarán a formar parte de nuestra “lista de vinos”, una buena interpretación con una buena orquesta deja huella.


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